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Introducción

El 7,4% de todas las hospitalizaciones por enfermedad renal se pueden atribuir a un aumento de la temperatura. Así lo concluye el estudio más grande del mundo sobre el impacto de los cambios de temperatura y la enfermedad renal, realizado por la Universidad de Monash y publicado en la revista The Lancet Regional Health– Americas.1

En concreto, este trabajo cuantifica el riesgo y la carga atribuible de las hospitalizaciones por enfermedades renales relacionadas con la temperatura ambiente. Para ello ha utilizado datos de los ingresos hospitalarios diarios de 1.816 ciudades de Brasil. Las conclusiones del mismo se presentaron precisamente en paralelo la conferencia COP26 en Glasgowii sobre el impacto del cambio climático.

Principalmente, destacan dos cuestiones. La primera es que las mujeres, los niños, los adolescentes y los ancianos son más vulnerables a las altas temperaturas con respecto a las enfermedades renales. Por otra parte, esta relación entre cambio climático y enfermedad renal pone en evidencia la necesidad de promover las intervenciones dirigidas a las personas de mayor riesgo. Por ello, se deben desarrollar más estrategias y políticas para prevenir las hospitalizaciones relacionadas con el calor y abordar el cambio climático lo antes posible.

Un estudio novedoso

El estudio analizó un total de 2.726.886 hospitalizaciones por enfermedades renales entre los años 2000 a 2015. De las mismas se desprendía que por cada aumento de 1° C en la temperatura media diaria, hay un aumento de casi el 1% en la enfermedad renal. Estas cifras eran más evidentes en las mujeres, los niños menores de 4 años y los mayores de 80 años.

Las asociaciones entre la temperatura y las enfermedades renales fueron mayores el día de la exposición a temperaturas extremas. Sin embargo, se mantuvieron durante 1 a 2 días después de la exposición.

Dos epidemias silenciosas

Cabe recordar que, en 20173, también en The Lancet, se identificaba la enfermedad renal como una “epidemia silenciosa”. Este problema preocupa especialmente en países en los que existen grandes deficiencias en la prevención y atención de las patologías renales. Un reto que comparten tanto países desarrollados como en países en vías desarrollo, muchos de los cuales no priorizan la salud renal.

En el caso de España, la prevalencia de la enfermedad renal crónica es del 13%, por debajo de países de su entorno como Bélgica (24%), Alemania (17%) o Reino Unido (16%). En el extremo opuesto se sitúan los Países Bajos, con una prevalencia del 5%. A nivel mundial, la prevalencia estimada de la ERC varía del 7% en Asia Meridional al 8% en África, hasta el 11% en América del Norte y el 12% en Europa, Oriente Medio, Asia Oriental y América Latina.

En cuanto al cambio climático, se prevé, según la OMS4 que solo entre 2030 y 2050 el cambio climático causará unas 250.000 defunciones adicionales cada año, debido a la malnutrición, el paludismo, la diarrea y el estrés calórico.
Respecto al caso concreto de las altas temperaturas, estas provocan un aumento de los niveles de ozono y de otros contaminantes del aire, que agravan las enfermedades cardiovasculares y respiratorias. Los niveles de polen y otros alérgenos también son mayores en caso de calor extremo. Pueden provocar asma, dolencia que afecta a unos 300 millones de personas. Ahora también se sabe que estas temperaturas tienen un impacto en la salud renal.

El trabajo publicado en The Lancet finaliza recordando que la incidencia de muerte por enfermedad renal ha aumentado un 26,6 por ciento en comparación con la década anterior, un aumento que ahora podría pensarse que pueda estar justificado, en parte, a causa del cambio climático.

  

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MAT-ES-2104189 V1 – Diciembre 2021