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Un estudio aboga por incluir a los candidatos a recibir un riñón en programas para superar la adicción a la nicotina ante el impacto negativo que tiene en este proceso

El tabaco es malo para la salud en general, pero en los pacientes con un trasplante renal conlleva consecuencias aún más graves. Por ello, se recomienda que todos los candidatos a recibir un riñón que son fumadores sean incluidos en programas para superar la adicción a la nicotina, ya que su impacto en este proceso es muy negativo.

Así lo plantea un estudio en el que se recuerda que la mayoría de las pautas recomiendan encarecidamente dejar de fumar antes de considerar el trasplante de riñón. En este contexto, se considera que los programas diseñados para este fin han demostrado su eficacia en la población general para aumentar la tasa de abandono y, por lo tanto, "deben proponerse a todos los candidatos y receptores de trasplante renal que fuman".

Publicada en Clinical Kidney Journal, la investigación parte de dos premisas, la primera de las cuales es que "se ha demostrado el impacto negativo del tabaquismo activo en los resultados del trasplante renal". La segunda es que la adicción a la nicotina es una enfermedad multifactorial compleja, lo que propicia que solo el 3-5 por ciento de los pacientes que intentan dejar de fumar por sí mismos logran una abstinencia prolongada.

Escasa implantación de planes antitabaco

Pese a esta situación, y de manera general, los programas para dejar de fumar "no se han evaluado en este campo y no todos los centros que realizan un trasplante renal tienen fácil acceso" a los mismos. Y ello pese a que el tabaquismo tiene un impacto negativo no sólo en los resultados del injerto renal, sino también en la supervivencia del paciente después de la intervención.

En este contexto, el estudio recomienda "encarecidamente" que los candidatos y receptores dejen de fumar. "Existen diferentes enfoques terapéuticos para pacientes fumadores que han demostrado su eficacia", sostienen los autores, por lo que "deben ofrecerse siempre que sea posible" a todos estos pacientes.

La investigación incide en que el tabaquismo es un factor de riesgo independiente de insuficiencia renal, a lo que se une que acelera la progresión de la enfermedad renal crónica (ERC). Pese a ello, en general no hay programas específicos para que estos pacientes dejen de fumar, y eso que las terapias han demostrado su eficacia y seguridad en adultos jóvenes, en pacientes con enfermedades cardiovasculares y en pacientes con enfermedad pulmonar obstructiva crónica.

Elevadas tasas de fumadores

No trabajar de manera sistemática en esta cuestión explica los resultados que ofrecen algunos estudios, como que las tasas de fumadores activos entre los candidatos a trasplante renal oscilan entre el 24 y el 33 por ciento. Junto a ello, el 90 por ciento seguía fumando después de la intervención, además de que se ha sugerido que el 12 por ciento de los pacientes que abandonaron este hábito antes del trasplante recayeron después.

Otros estudios, en cambio, sugieren que estas incidencias podrían ser menores, con datos que apuntan a una incidencia de fumadores activos después de la operación de entre el 7 y el 11 por ciento. "Aunque más bajas, estas tasas de incidencia no son óptimas considerando el resultado bien establecido y altamente desfavorable del tabaquismo activo después del trasplante de riñón", subrayan los autores.

"Por tanto, hay margen de mejora", porque además hay que tener en cuenta que la incidencia real puede subestimarse. El escollo principal radica en que los datos se obtienen principalmente de declaraciones de tabaquismo autoinformadas, es decir, "que dependen de la honestidad del paciente". De hecho, una investigación constató que el 34 por ciento de los pacientes fueron diagnosticados como fumadores actuales a pesar de asegurar que habían dejado este hábito.

Aumento de riesgo considerable

El tabaquismo, inciden los autores, "tiene un impacto dramático" en pacientes que han sido trasplantados, como un 90 por ciento más de riesgo de desarrollar enfermedad de las arterias coronarias y entre 1,5 y 2,14 veces más opciones (en función del número de cigarrillos consumidos al día) de sufrir un problema cardiovascular grave. También se ven afectados con mayor frecuencia por otros factores de riesgo aterogénicos como la diabetes, la hipertensión y la dislipidemia.

El tabaquismo activo tiene un impacto negativo en la supervivencia del injerto, con riesgos relativos informados de 1,3-2,3 de que se produzca una pérdida. En cambio, dejar de fumar desde cinco años antes del trasplante se asocia con una reducción del riesgo relativo del 34% de fracaso del injerto. Esta asociación es mucho más fuerte en los pacientes que continuaron fumando o volvieron a hacerlo después de la intervención.

   

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