- Artículo
- Fuente: Campus Sanofi
- 4 mar 2025
Trombosis en enfermedades autoinmunes: una intersección compleja entre el sistema inmunológico y la coagulación sanguínea

Las enfermedades autoinmunes representan un grupo de trastornos en los cuales el sistema inmunológico, cuya función principal es proteger al organismo frente a infecciones, ataca erróneamente sus propios tejidos.
Este proceso puede desencadenar una serie de complicaciones, entre las cuales destaca la trombosis, un trastorno potencialmente fatal que surge por la formación de coágulos sanguíneos en el sistema venoso o arterial1,2.
La relación entre las enfermedades autoinmunes y el riesgo de trombosis es multifactorial, involucrando tanto una respuesta inmunitaria desregulada como una inflamación descontrolada que altera los mecanismos normales de coagulación3.
La inflamación crónica, presente en muchas enfermedades autoinmunes, como el lupus eritematoso sistémico, la artritis reumatoide y la esclerosis múltiple, puede dañar los vasos sanguíneos, incrementar la producción de sustancias procoagulantes y reducir la capacidad del organismo para disolver coágulos, creando un entorno propicio para el desarrollo de trombosis4.
Otros mecanismos clave asociados con la hipercoagulabilidad en estas enfermedades incluyen:
- Activación plaquetaria
- Liberación de micropartículas
- Expresión del factor tisular por los neutrófilos
- Inhibición del sistema de la proteína C
- Fibrinólisis alterada5,6
El riesgo de trombosis venosa varía según el tipo y estadio de la enfermedad autoinmune, además de estar influenciado por tratamientos concomitantes1. En este contexto, los fármacos inmunosupresores, utilizados comúnmente para controlar la inflamación, pueden aumentar indirectamente el riesgo de trombosis al favorecer procesos infecciosos en el paciente, que a su vez pueden activar vías procoagulantes7-9.
Otro ejemplo para ilustrar que no todas las enfermedades autoinmunes presentan el mismo riesgo de trombosis sería el síndrome antifosfolípido, caracterizado por la presencia de anticuerpos antifosfolípidos. Este tipo de anticuerpos pueden encontrarse solos o asociados a otras enfermedades autoinmunes, como el lupus eritematoso sistémico, en donde el riesgo de trombosis es sumamente elevado10,11.
La presencia de síndrome antifosfolípido está fuertemente vinculada con eventos trombóticos recurrentes y complicaciones obstétricas, como abortos espontáneos, y se estima que más del 50% de los pacientes con síndrome antifosfolípido experimentarán algún evento trombótico durante su vida12.
Existen otros factores adicionales, además de la propia enfermedad autoinmune, que incrementan el riesgo de trombosis, tales como:
- Inmovilización
- Edad avanzada
- Presencia de comorbilidades
Las enfermedades autoinmunes suelen provocar dolor y fatiga, lo que puede reducir la movilidad de los pacientes. La inmovilización prolongada es un factor de riesgo conocido para la trombosis, ya que ralentiza el flujo sanguíneo, facilitando la formación de coágulos. Asimismo, la edad avanzada y la coexistencia de otras condiciones clínicas, como obesidad, hipertensión o diabetes, pueden agravar aún más el riesgo trombótico en estos pacientes1.
La relación entre las enfermedades autoinmunes y la trombosis es un aspecto crítico que, con frecuencia, pasa desapercibido tanto para los pacientes como para los profesionales de la salud. Comprender y manejar este riesgo es esencial para mejorar la calidad de vida y reducir la mortalidad en personas con enfermedades autoinmunes. Mediante una prevención adecuada y una vigilancia constante, es posible mitigar los riesgos asociados a este "enemigo silencioso" que afecta al sistema circulatorio. Es por esto que el manejo clínico de pacientes con enfermedades autoinmunes y riesgo trombótico requiere un enfoque multidisciplinario. La detección precoz de los factores de riesgo trombótico, junto con la monitorización continua y la aplicación de estrategias preventivas, como la administración de anticoagulantes, son cruciales. Sin embargo, no siempre está claro si los regímenes antitrombóticos específicos, como la anticoagulación a largo plazo, son efectivos y seguros en este contexto clínico13.
Es importante destacar y tener en cuenta que el estilo de vida también juega un papel fundamental en estas patologías. Por ello, fomentar la actividad física, mantener una dieta equilibrada y evitar el sedentarismo, son factores clave para reducir el riesgo de coágulos en estos pacientes. Es igualmente importante que los pacientes reconozcan los signos de trombosis, como dolor en las extremidades inferiores, hinchazón o dificultad respiratoria, y busquen atención médica inmediata si aparecen. Por otro lado, hay que seguir haciendo hincapié en la importancia de promover la investigación biomédica para profundizar en los mecanismos que vinculan estas enfermedades con la trombosis, con el objetivo de desarrollar tratamientos más específicos y personalizados.
En resumen, la relación entre enfermedades autoinmunes y trombosis subraya la complejidad de la interacción entre el sistema inmunológico y la coagulación sanguínea. La comprensión de estos mecanismos es crucial para mejorar el manejo clínico y desarrollar estrategias preventivas efectivas. A medida que avanzamos, la investigación biomédica en esta área proporcionará conocimientos más profundos y abrirá nuevas vías para mejorar la calidad de vida de aquellos que enfrentan simultáneamente desafíos autoinmunes y trombóticos. |

Dr. José Manuel Soria
Unidad de Genómica de Enfermedades Complejas. Institut de Recerca de l’Hospital de la Santa Creu i Sant Pau, Instituto de Investigación Biomédica (IIB) Sant Pau. Barcelona.

Referencias
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MAT-ES-2500746 - 1.0 - 03/2025